La frase habla del momento en que, después de una conversación o de una situación importante, recordamos exactamente qué deberíamos haber dicho, pero ya no podemos hacerlo porque la oportunidad pasó. Es el típico “¡ah, eso era!” que nos llega cuando estamos solos o cuando todo ha terminado. Refleja la sensación de arrepentimiento que aparece al darnos cuenta de que nuestras mejores palabras se quedan en la mente y no llegan a salir en el instante preciso.
Esto sucede por varias razones: los nervios, el miedo al rechazo o la simple falta de claridad mental bajo presión pueden bloquearnos. Solo cuando la tensión baja y revisamos lo ocurrido con calma, nuestro cerebro encuentra las expresiones adecuadas. El mensaje de la frase es una invitación a prestar más atención a lo que sentimos y a atrevernos a hablar en el momento, para evitar quedarnos con la espina de lo que pudo haberse dicho y no se dijo.
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Laure Conan 1845-1924. Pseudónimo de Marie-Louise-Félicité Angers. Escritora canadiense.
