Dar y recibir es un equilibrio importante en nuestro bienestar emocional. Sin embargo, muchas personas descubren que pueden acompañar y ayudar con facilidad, pero se bloquean cuando les toca recibir apoyo.
Por qué dar nos resulta tan natural
Ayudar suele ser un gesto automático, casi instintivo. La neurociencia explica por qué: cuando damos, se activan circuitos de recompensa que liberan dopamina y oxitocina. Estos neurotransmisores están asociados al bienestar, la conexión humana y la sensación de propósito. Por eso dar puede generar calma, claridad y una percepción de control interno.
Desde el punto de vista psicológico, ofrecer ayuda también es un territorio conocido y seguro.
Al ayudar: Ocupamos un rol claro, nos sentimos útiles y valiosos, evitamos mostrar nuestras propias necesidades y mantenemos el control emocional de la situación.
Para quienes crecieron en entornos donde tener necesidades era un problema, donde la fortaleza era obligatoria o donde la atención era limitada, dar se convirtió en una manera de adaptarse. Ayudar no sólo es un gesto altruista: también puede funcionar como una armadura emocional que protege del rechazo, la crítica o la vulnerabilidad.
Por qué recibir puede resultar tan difícil
Recibir ayuda implica algo mucho más profundo que aceptar un gesto. Es permitir que alguien entre, que nos vea necesitados, sensibles o en un momento de fragilidad. Y esto puede activar una respuesta interna de alarma, incluso cuando racionalmente sabemos que estamos a salvo.
Cuando recibimos ayuda: cedemos parte del control, mostramos necesidades reales, dependemos emocionalmente del otro y confiamos en que el vínculo nos sostendrá.
Si durante la infancia o adolescencia no hubo espacio seguro para expresar necesidades, el cerebro aprende a asociar la vulnerabilidad con riesgo. Aunque la vida adulta ofrezca vínculos sanos, el sistema nervioso puede reaccionar como si siguiera en una situación amenazante.
Por eso recibir puede generar incomodidad, culpa, inquietud o una sensación de estar "molestando". Es un patrón aprendido por supervivencia emocional.
Por qué es importante aprender a recibir
Recibir no es un acto pasivo. Es una habilidad emocional que fortalece la salud mental y la calidad de nuestras relaciones.
Cuando nos permitimos recibir: se refuerza la autoestima, se activa el merecimiento, mejoramos la regulación emocional, nutrimos vínculos más recíprocos y auténticos.
Un vínculo sólo basado en dar se vuelve desequilibrado y agotador. Recibir es parte del movimiento natural de cualquier relación humana que crece y se sostiene.
Cómo entrenar la capacidad de recibir
Recibir se aprende igual que cualquier habilidad: con práctica, constancia y pequeñas experiencias que generen seguridad. Algunas formas concretas de entrenarlo:
- Aceptar gestos pequeños sin justificarse: un cumplido, un favor mínimo, un detalle.
- Pedir algo sencillo usando frases breves y claras.
- Observar la incomodidad sin juzgarla; verla como una reacción aprendida, no como un defecto.
- Permitir compañía sin tener que "dar algo a cambio".
- Compartir fragmentos de tu mundo emocional de forma gradual.
- Decir "gracias" sin añadir excusas ni autoexplicaciones.
- Elegir personas emocionalmente seguras y confiables.
- Recordar que la reciprocidad no es deuda, sino conexión humana.
Cada vez que recibes sin consecuencias negativas, tu sistema nervioso incorpora una nueva señal de seguridad: "Esta vez está bien. Esta vez puedo apoyarme." Con el tiempo, este aprendizaje transforma creencias, reacciones y formas de vincularte.
Aprender a recibir no implica dejar de ser quienes ayudan. Significa incluirnos también en esa red de cuidado. Tratar nuestras propias necesidades con la misma dignidad, comprensión y ternura con la que tratamos las de los demás.
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Irene Villa 1978-?. Irene Villa González. Periodista, escritora y psicóloga española.