Érase una vez un rey poderoso que había pasado una noche inquieta. Durante su sueño, una terrible pesadilla lo atormentó: todos sus dientes se caían, uno por uno. Al despertar, una sensación de desasosiego lo invadió, y, preocupado por lo que el sueño podría significar, mandó llamar a uno de sus fieles consejeros para que interpretara la visión.
El sabio, con rostro solemne, escuchó atentamente el relato del rey y, tras una breve pausa, ofreció su interpretación:
—Su majestad, lamento informarle que este sueño es un presagio de malas noticias. Significa que todos sus familiares morirán antes que usted.
Las palabras del consejero cayeron como un jarro de agua fría sobre el rey. Ofendido por la crudeza del mensaje, su ira no tardó en desbordarse. Sin pensarlo dos veces, ordenó que el sabio fuera castigado con una sesión de latigazos, pues consideraba su predicción una impertinencia intolerable.
Aún preocupado, el rey decidió consultar a otro de sus hombres de confianza. El segundo sabio escuchó con igual atención el relato del rey y, tras unos momentos de reflexión, le dio su interpretación del sueño:
—Oh, majestuoso rey, ¡qué afortunado es usted! Este sueño es, en realidad, una bendición disfrazada. Significa que usted vivirá más que todos sus parientes, sobreviviéndolos a todos.
Al oír estas palabras, el rostro del rey se iluminó con una sonrisa. Su buen humor regresó, y, complacido por la interpretación, recompensó al segundo consejero con una generosa bolsa de monedas de oro.
Un sirviente que había presenciado ambos encuentros se acercó al segundo sabio mientras este salía de los aposentos reales.
—Excelencia, perdone mi atrevimiento —dijo el sirviente con curiosidad—, pero lo que le dijo al rey no es muy diferente de lo que expresó el primer consejero. ¿Por qué entonces él recibió un severo castigo y usted una rica recompensa?
El sabio sonrió y, con paciencia, respondió:
—Tienes razón, joven. El mensaje en sí era el mismo, pero la manera en que se presentó fue distinta. Recuerda siempre que la forma en que expresas tus palabras puede ser tan importante, o incluso más, que el significado que llevan. La manera en que comunicamos nuestras verdades define cómo serán recibidas.
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"Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros."
Adolfo Bioy Casares 1914-1999. Escritor argentino.