La frase sugiere que la persona que no tiene grandes recursos intelectuales o argumentos sólidos puede recurrir a la indignación moral para sentirse superior y ganar respeto. Al mostrarse ofendido o escandalizado, proyecta la imagen de defender valores importantes, lo que le permite presentarse como alguien digno y con principios, aunque en realidad no tenga un razonamiento profundo detrás.
En otras palabras, la indignación moral funciona como un disfraz: cubre la falta de ideas o de comprensión con una pose de autoridad ética. Así, el “idiota” —entendido como quien carece de análisis crítico— obtiene una forma rápida de elevar su estatus ante los demás, usando la fuerza emocional del enfado moral para ocultar su vacío argumental.
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Laure Conan 1845-1924. Pseudónimo de Marie-Louise-Félicité Angers. Escritora canadiense.
