La primera parte, “manda el que puede”, señala que solo ejerce autoridad quien tiene los medios, la fuerza o la capacidad para hacerlo. No se trata necesariamente de un poder legítimo; basta con que esa persona disponga de recursos, conocimientos o influencia suficiente para imponer su voluntad sobre otros.
La segunda parte, “obedece el que quiere”, recuerda que la obediencia, en última instancia, es una elección personal. Incluso cuando alguien posee poder, cada individuo decide si acepta o no someterse. La frase subraya la responsabilidad propia: puedes acatar órdenes, desafiarlas o buscar alternativas. Así, el poder de mandar y el acto de obedecer están ligados, pero dependen tanto de la capacidad del primero como de la voluntariedad del segundo.
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Laure Conan 1845-1924. Pseudónimo de Marie-Louise-Félicité Angers. Escritora canadiense.
