La frase expresa que el hablante valora la lectura por encima de cualquier poder o riqueza material. Imagina que se le ofrecieran todos los tronos del mundo, es decir, la máxima autoridad y prestigio, a cambio de renunciar a su amor por los libros. Aun ante una oferta tan grandiosa, la persona la rechazaría sin dudarlo.
En el fondo, se trata de una declaración sobre lo que realmente llena y da sentido a su vida: el placer, el conocimiento y la libertad que encuentra al leer. Para él o ella, ningún poder externo puede igualar la satisfacción y la plenitud interior que la lectura le proporciona.
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Laure Conan 1845-1924. Pseudónimo de Marie-Louise-Félicité Angers. Escritora canadiense.
