Había una vez un barquero en la orilla de un río, un hombre astuto y experimentado en el arte de cruzar aguas turbulentas. Su bote era la única conexión en muchos kilómetros, convirtiéndolo en un recurso indispensable para quienes deseaban alcanzar la otra orilla.
Un día, una pareja de granjeros se acercó con prisa, necesitaban llevar una oveja al mercado de la ciudad. Aunque el barquero notó que su bote tenía algunas filtraciones, restó importancia al problema, prometiendo arreglarlo "algún día". Los granjeros, confiados, llegaron a salvo al otro lado, agradecieron y pagaron por el servicio.
Poco después, una joven solicitó el servicio del barquero. Mientras él remaba, ella observó que los remos estaban en pésimas condiciones y le advirtió del peligro. Sin embargo, el barquero, aún sin preocuparse, le aseguró que los arreglaría en algún momento futuro. La joven llegó sana y salva a la otra orilla, agradeció y pagó, pero la advertencia quedó flotando en el aire.
En un día gris y con el río crecido, un noble se acercó al barquero. A pesar del mal tiempo, éste aceptó el desafío. Mientras cruzaban con el río embravecido y los remos en mal estado, la situación se complicó. El agua entraba sin control y un remo se partió, llevando a la barca a un destino desafortunado. El barquero, hábil nadador, logró llegar a la orilla, pero el noble, incapaz de nadar, se ahogó.
MORALEJA: Es mejor no postergar las cosas importantes en la vida. Ignorar los problemas y decir "ya lo arreglaré" es como darle una invitación abierta a los desastres. No esperes a que el bote tenga agujeros para empezar a repararlo; Atiende las grietas mientras son pequeñas. La vida no avisa cuando se va a poner brava, así que mejor arregla tus remos antes de que el río se ponga turbulento. Actuar a tiempo puede ser la diferencia entre llegar a la otra orilla o hundirte en tus propios problemas.
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Cecilia Bohl de Faber 1796-1879. Escritora española. Utilizó el seudónimo de Fernán Caballero.