PARÁBOLA DEL BOTE VACÍO

El monje, cuyo corazón ansiaba la serenidad más profunda, decidió buscar un refugio aún más apartado para sus meditaciones. Un día, en medio de su búsqueda, encontró un pequeño lago rodeado de árboles centenarios y montañas que parecían tocar el cielo. Convencido de que este lugar sería perfecto para alcanzar la paz interior que tanto anhelaba, se subió a un bote y comenzó a remar hacia el centro del lago.

Cuando finalmente llegó al punto más alejado de la orilla, cerró los ojos y se entregó a la quietud del entorno. El suave murmullo del agua, el susurro de las hojas y el canto de los pájaros crearon un ambiente propicio para la meditación. El monje respiró profundamente y se sumergió en sus reflexiones.

Sin embargo, la armonía se vio interrumpida por un repentino golpe que sacudió su barca. Abruptamente arrancado de su estado de paz, el monje sintió una oleada de ira crecer dentro de él. Le molestó tanto que pensó:

– «En cuanto abra los ojos, se va a enterar la persona que me golpeó».

Estaba tan furioso... Sin embargo, al abrir los ojos, sólo vio una barca vacía, que seguramente el viento había arrastrado a la deriva hasta allí. Entonces se dio cuenta de que la ira no venía del exterior, sino que residía en él.

– «Cada vez que me enoje con alguien - pensó - recordaré que ese enfado está dentro de mí».

REFLEXIÓN: Quien te enfada, te domina y te controla.