Cuentan que una vez, en una aldea rodeada de montañas, vivía un anciano sabio conocido por su profunda comprensión de la naturaleza humana. Este hombre, cansado de escuchar las quejas y la crítica constante de sus cuatro hijos, decidió impartirles una lección sobre el juicio apresurado y la perspectiva.
Reuniendo a sus hijos, les encomendó una tarea inusual. Los mandó a visitar un viejo peral que crecía en una colina distante, pero los envió en diferentes estaciones del año. El primogénito partiría en invierno, seguido por el segundo en primavera, el tercero en verano, y el benjamín en otoño.
Después de completar sus viajes, los hijos regresaron con experiencias únicas para relatar. Al reunirse de nuevo en la casa del anciano, éste les pidió que describieran lo que habían presenciado.
El hijo mayor comenzó:
– "Vi un árbol despojado de hojas, con ramas desnudas y retorcidas. Era una visión sombría y desoladora".
– "¡No, no, hermano!" interrumpió el segundo hijo. "El árbol estaba rebosante de brotes tiernos, listos para estallar en flor. Era un espectáculo de esperanza y renacimiento".
– "Lo que vi difiere de todo eso", agregó el tercer hijo. "Para mí, el peral estaba cubierto de flores, una explosión de colores y fragancias. Era un símbolo de vida en su plenitud".
– "Yo vi algo distinto", dijo el hijo menor con solemnidad. "El árbol estaba cargado de frutos maduros, pesados y listos para ser cosechados. Sin embargo, sus ramas se inclinaban bajo su peso, y las hojas empezaban a marchitarse. Era una imagen de fatiga y decadencia".
El anciano escuchó atentamente cada relato y, tras un momento de reflexión, habló:
– "Todos tenéis razón. Cada uno de vosotros contempló al peral en una estación distinta, y en cada estación reveló una faceta diferente de su ser. Así como el árbol cambia con las estaciones, también lo hacen las personas a lo largo de sus vidas. Juzgar a alguien basándose en un único momento es como evaluar un árbol sólo por una estación. Debemos reconocer que cada individuo está en constante evolución, y sólo al recorrer todas las estaciones de la vida podemos comprender verdaderamente su esencia".
Moraleja: "No juzgues a los demás por una única impresión; cada persona es un conjunto de estaciones, y sólo al observar todas ellas podemos entender su verdadera naturaleza".
"El amor es la última filosofía de la tierra y del cielo."
Francisco de Quevedo 1580-1645. Francisco de Quevedo y Villengas. Escritor español.