Había una vez un sufí que atrajo la atención de un erudito conocido por su profunda devoción y su estricta adherencia a los rituales religiosos.
El erudito se acercó al sufí con curiosidad y comenzó a señalar algunas diferencias entre sus prácticas y las de otros sufíes más reconocidos.
— Me he dado cuenta de que rara vez te vemos participar en las oraciones públicas —observó el erudito con interés.
El sufí asintió con tranquilidad y escuchó atentamente mientras el erudito continuaba su análisis:
— Además, noto que prefieres vestir ropas simples en lugar de las túnicas llamativas que suelen usar muchos de tus compañeros.
— Cierto.
— Y no te reúnes con otras personas para debatir acerca de la espiritualidad; raramente te vemos con un rosario en la mano. Nunca te refieres a los grandes maestros, y en apariencia no te atraen las personalidades santas —prosiguió el hombre.
— Cierto, muy cierto —confirmó el sufí.
— ¿Puedo preguntar por qué?
El sufí respondió: — Porque ocuparme demasiado en tales cosas interferiría con mis actividades espirituales.
"El amor es la última filosofía de la tierra y del cielo."
Francisco de Quevedo 1580-1645. Francisco de Quevedo y Villengas. Escritor español.